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A los apologetas de Operación Triunfo

Texto publicado orginalmente por Víctor Sampedro en el blog del diario Público ‘Dominio Público’, blog de opinión donde se tratan a fondo temas de muy diversa índole. Aquí el enlace al original.


Entre los fans más célebres de OT hay quienes se arrogan ser de izquierda o progresistas. Sorprende que, encima, presuman de pretender cambiar la hegemonía cultural; es decir, la ideología dominante. Reivindican el discurso como arma de lucha política y sitúan esta última en la televisión y las redes. No pongo nombres ni links, porque ellos mismos se han encargado de viralizar su melomanía triunfalista, sus filias y fobias por lxs distintxs triunfitxs.

Los comentaristas progres de OT entran a trapo en las “batallas culturales” sobre feminidad y masculinidad, homosexualidad y transgénero. Celebran las expresiones afectivas desinhibidas de algunxs triunfitxs. Y “la tolerancia” del resto para con ellxs.

También se suman a los elogios de OT quienes aplauden la edición actual porque incorpora algunas de las figuras del pop nacional más selecto entre los instructores. Y porque el repertorio incluye algún clásico de la canción protesta. No doy de nuevo nombres para evitar seguirles la onda a quienes juzgan el gusto ajeno según el propio. Sea de entrepierna o tonadilla.

Líderes “contra-hegemónicos” y críticos sibaritas alaban el último producto de la industria digital. De hecho, están invirtiendo en su marca digital, apoyando la que ahora triunfa. Es lo que hacemos todos, siguiendo en las redes a quienes nos pueden viralizar. Pero ellos van de rebeldes: impugnan las etiquetas de alta y baja cultura. Y de sagaces: se mueven como pez en el agua entre ambas.

No son idiotas. Saben que la cultura popular ha sido absorbida y ocultada por la industria cultural. Pero piensan que simpatizando con ella, trabajando para ella, lograrán cambiar la ideología y, por ende, los votos “de los de abajo”. En realidad, insisto, construyen su marca digital. Hacen lo que el sujeto neoliberal por excelencia: capitalizarse en las pantallas. Si no tienes/vales nada, has de demostrar tu valor. Y para ello has de mostrarte sin tregua, enseñarlo todo: hacerte visible. Es la máxima del reality y las redes.

Los políticos propagandistas de OT ignoran que le hacen juego a las corporaciones digitales retuiteando o megusteando mensajes de adhesión que antes viralizaron los bots del programa o las fake branded news (noticias falsas de marca, las más abundantes con diferencia) que antes ha pagado la productora. Pelean batallitas culturales porque han perdido la electoral y, no digamos, la ideológica. Se adhieren a la programación estrella de la industria y no denuncian la maquinaria de celebrities hegemónicas que ayudan a aupar.

Sostienen a las empresas que aplican el neoliberalismo hasta sus últimas consecuencias. Encierran y precarizan a los jóvenes en factorías llamadas academias. Programan y monitorizan nuestros consumos culturales, falsean audiencias y además monetarizan nuestra actividad digital. Usan nuestros rastros digitales para estudios de mercadotecnia que, encima, pagamos. Nos obligan a pagar para votar. Nos ofrecen la telerrealidad y la teledemocracia que más les lucra. En suma, convierten la interactividad digital en un canal de negocio. Todo esto que, resulta obvio para un empresario, permanece oculto e incuestionado.

Quienes elogian el discurso progresista de OT y lo identifican con el de las clases populares eluden las preguntas clave que debieran formular a la productora: ¿cuánto le pagáis y cuánto ganáis con cada triunfitx?, ¿qué garantías ofrece el sistema de votación?, ¿quién lo audita?, ¿qué derechos laborales tienen lxs triunfitxs que trabajan 24/7 durante meses?, ¿qué representación legal o sindical les garantizáis?, ¿qué condiciones de confidencialidad les imponéis?, ¿dónde están las imágenes en bruto, las que no se emiten por “fallos técnicos” o porque no se ajustan al guión?…

Mientras se trabajan sus marcas digitales, los tribunos fans de OT pierden la ocasión de politizar las preguntas que han repetido los clubs de seguidores en todas las anteriores ediciones. En lugar de escucharles, se miran en las pantallas, intentando hacerse un hueco en ellas. Trabajan para quienes hacen negocio con nosotros.

Lo peor es que tanto esfuerzo por estar hiperconectado les lleva a desconectarse de aquellos a quienes dicen/quieren representar. Así no lograrán que les voten. Porque han seguido las consignas de la industria de los datos y de la atención; sí, con esto tan importante es con lo que comercia OT. Y la ideología e identidades que promueve el programa no pueden ser más antagónicas a un proyecto colectivo emancipador.

Estás solo y aislado en un mercado que no te valora nada. Has de competir (en concursos amañados) para forjarte una marca personal (con sello corporativo y plusvalías ingentes). Toda alianza entre los concursantes es de conveniencia. Nadie es imprescindible. Cualquiera puede reemplazarte. Has de darlo todo, hasta la extenuación. Y nadie regula lo que hacemos contigo.

Abducidos por la industria cultural e ideológica, los tribunos de OT no entienden que la solución pasa por periodos de desconexión, para tomar distancia de la mentira que ayudamos a propagar. De seguir así, pendientes de los retuits y megustas, volverán a poner cara de disgusto (¿desprecio?) frente el propietario de un piso turístico que no les vota. Porque le importa más el impuesto municipal que le van a imponer que el hecho de que su limpiadora no tenga salario mínimo.

Los apologetas de OT debieran ponerse a dieta digital y ayudarnos a reprogramar nuestro consumo cultural. Empiecen legislando el mercado de trabajo en los realities y la industria digital. Emplea a muchísima gente; cada vez más, potencialmente a todos. Garanticen que, al menos desde la televisión pública, cocinemos menús que no nos conviertan en moscas obesas o tábanos trolls que viralizan noticias (de marca) basura. Defiendan el acceso universal, la neutralidad y el anonimato de la Red… Que todas las administraciones que gobiernan adopten software libre y redes de acceso libre y datos abiertos.

Ayúdennos a desertar de los rebaños digitales, pastoreados y esquilados por el Gran Hermano. Reconozcan nuestros esfuerzos por hacernos oír y reivindicarnos allá donde se nos explota y denigra. Apoyen nuestras iniciativas para reinventar formatos, redes y canales. Hagan políticas y creen instituciones que pongan la tele e internet al servicio del bien común. Ahora sirven al lucro y la especulación de las marcas. Como el espacio público, tenemos derecho a ocuparlo y ustedes la obligación de apoyarnos.

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