Dietética Digital Libre

Aperitivo

¿Por qué se ha convertido en un problema una tecnología que ofrece tanto conocimiento y placer? ¿Cómo pudo volvérsenos en contra algo que disfrutamos tanto? La respuesta es que se nos ha ido de las manos. Peor, la industria de datos controla las nuestras cada vez que las ponemos sobre un teclado. Lo que hacemos, vemos e imaginamos al usar un dispositivo digital está, en gran medida, programado. Nuestra actividad y nuestra mirada han sido secuestradas por las pantallas.

Este proyecto pretende servir de autoayuda y autodefensa. Vivimos sobresaturados y rebasados por la realidad virtual. No podemos procesarla y darle sentido. Tampoco controlarla, para usarla en nuestro interés. Pero la tecnología puede ayudarnos a construir y proteger proyectos de vida, personales y colectivos. Sirve para anclarlos en el presente y abrirlos al futuro. Cerrar Internet o prohibir los móviles, aparte de imposible, sería tan absurdo como ilegalizar la comida para combatir la obesidad.

Las redes digitales son parte del problema, pero también una parte obligatoria de la solución. Así que la tecnología es una condición necesaria, aunque no suficiente, para salir del atolladero. Por sí misma no soluciona nada. Pero su potencial es enorme si se acompaña de prácticas y valores con gran valor nutritivo. Pueden contribuir a nuestro bienestar y recuperar la salud de la democracia.

Padecemos obesidad digital. Esta pandemia no solo afecta a los adolescentes bulímicos del móvil. A menudo sus progenitores sufren patologías más graves, aunque se excusen con motivos laborales. En cualquier caso, todos tenemos sobrepeso digital. La opulencia comunicativa interfiere —como la gordura— en la actividad diaria, limita el radio de acción al de la wifi y reduce su alcance a la pantalla. Mientras, los compañeros y contextos más próximos se convierten en desconocidos y lejanos.

Si esto fuese un manual médico, la receta sería usar el código informático abierto y libre. Representa los valores con que se inventó Internet: abierto a la participación y, por eso, incontrolable. Es el código que desarrollan los colectivos digitales orientados al bien común. Debiéramos usarlo y denunciar su marginación por las instituciones. Por eso, este proyecto es una provocación y una llamada de alarma.

Sufrimos las consecuencias de la monodieta del código cerrado y privado. La tecnología digital más extendida no está pensada para liberarnos, sino para encerrarnos en las redes. No son redes sociales, sino publicitarias. Trabajamos para las marcas y el marketing online. En lugar de difundir conocimiento libre, esas redes privatizan la atención e inteligencia colectivas.

El discurso tecnológico dominante es un fraude. Promete enriquecer nuestras posibilidades de desarrollo, pero nos empobrece. Nos impone un código, un lenguaje informático, que se ha transformado en el código social dominante, que es el publicitario. Nos dice cómo mostrarnos y relacionarnos con los demás: autopromocionándonos y buscando la aprobación. Pero podemos retomar el mando sobre el teclado. No con una huelga de hambre, sino con una dieta digital más equilibrada. Elaborada por nosotros y en función de nuestros intereses. En cada capítulo del libro, se proponen películas, teleseries, libros y hasta una obra de teatro. Son los platos que proponemos en esta Dietética Digital. Amplían lo que aquí se cuenta. Ayudan a digerir, nutren y sacian el hambre. Hemos creado esta web con esas propuestas culinarias para compartir pantallas y aplicarlas aquí y ahora. Está, por supuesto, abierta a la intervención de quien lo desee.

Todos, absolutamente todos los estudios científicos, confirman que las redes digitales tienen efectos positivos si se usan conociendo sus límites y aplicando ciertos principios. Así, los individuos y las comunidades pueden ganar autonomía: decidir las metas que quieren alcanzar. Y adquieren capacidad de autogestionarse: generan y movilizan recursos propios.

Si no establecemos unos espacios y tiempos para usar la tecnología, nos invadirá. Se hará con nosotros. Igual que la comida, cuando no podemos dejar de picar a todas horas. O cuando vamos en coche a todos los lados. Entonces, los alimentos y el auto acaban determinando qué hacemos, cuándo y con quién estamos. El móvil ya hace todo eso en gran medida. Muchas veces, a nuestro pesar.

Internet nos coloca en una nube, es la atmósfera que nos rodea. Si no limitamos su uso para objetivos propios, nos pondremos al servicio de los intereses publicitarios. Lo queramos o no. Porque Internet ha sido colonizado por la industria de los datos. Cada vez que nos conectamos, alimentamos su volumen de negocio. Y perdemos el control de la información que damos gratis. Bueno, lo de gratis es falso porque nos perdemos mucho al estar todo el tiempo conectados. Y, por si fuese poco, la explotación de esos datos se vuelve en nuestra contra. La industria y los gobiernos nos conocen mejor que nosotros a ellos.

Si no sabemos para qué sacamos el móvil de casa o por qué encendemos la televisión “inteligente”, mejor no hacerlo. El primero es un geolocalizador, que dice donde estamos en cada momento. Y la tele nos espía: registra los programas que vemos y graba a los espectadores. El libro que iremos liberando aquí está repleto de ejemplos así. Denuncia el control y la manipulación que conlleva un consumo digital indiscriminado. Pasamos (en realidad, matamos) el tiempo con fines autopromocionales y consumistas. Es una insensatez, porque nunca tienen límite. Nunca recibiremos suficientes “me gusta” o emoticones de refuerzo. Así, nunca apagaremos el móvil.

La publicidad nos incita a comprar otro teléfono nuevo, con más funciones, en cuanto adquirimos uno. Pero la función más importante de un móvil es ayudarnos a mantener contacto con otras personas. Lo constatamos al darnos cuenta de cuánto les queremos o necesitamos. Y el uso más enriquecedor de una televisión es reunirnos para ver un programa juntos. Se disfruta, se aprende y une más.

Si estamos abducidos por un videojuego y olvidamos mandar un whatsapp para quedar con los amigos, tenemos un problema. Lo mismo que si nos guasapeamos todo el tiempo, en lugar de hablarnos. Igual que si vemos pantallas en solitario, pudiendo disfrutarlas con otros. O si consumimos porno en lugar de hacernos el amor. Cuanto menos individualistas sean nuestras prácticas digitales, más interesantes y sorprendentes. Es el único modo enriquecedor de escapar de uno mismo, de más de lo mismo… del aburrimiento.

Por último, para sacar más provecho de nuestras comunicaciones digitales necesitamos contar con alguien que conozca y emplee la tecnología mejor que nosotros. No nos referimos a los profesionales que ayudan a subir “la reputación digital” y mejorar “la marca personal”, que los hay; sino a amigos y familiares, maestros y profesores, padres y madres, frikis amateurs (amantes) de la tecnología: usuarios avanzados en saberes y prácticas. Enseñan a saltarse las imposiciones industriales y a desmontar las mentiras publicitarias. Ayudan a ir más allá del diseño que viene de fábrica en los aparatos y programas. Nos dicen cómo reciclarlos y usarlos para nuestros objetivos. Para hacerlos realidad en la Red y fuera de ella, que es lo que importa.

Reducir el uso, reformular los objetivos para ser más y sumar fuerzas con los más preparados son los tres mandamientos de la dieta anti Gran Hermano. Mucha gente la sigue, pero resulta invisible. Nadie les conoce porque les tapan las celebridades de Instagram, que antes se forjaron en los reality shows: el producto estrella de la McTele digital. El dictador de la novela de George Orwell vive ahora en las redes, donde también habitan sus réplicas en diminuto.

El líder virtual controla a sus seguidores, que a su vez controlan a los suyos, todos pendientes de todos y repitiendo las mismas consignas… un eco que es ruido ensordecedor. Nuestras economías y democracias parecen desbocadas, como si funcionasen automáticamente, al igual que los aparatos digitales. Hacemos de ellos un uso insostenible. Es insaciable, pero nos niega el sustento. Es ilimitado, pero recorta nuestra libertad.

La novela 1984 de G. Orwell lideró las ventas de libros en Amazon cuando Edward Snowden, un joven norteamericano, desveló el espionaje masivo que EE.UU. instaló tras el atentado de las Torres Gemelas. Desde entonces, la población mundial es monitorizada en tiempo real. Más tarde, cuando Donald Trump se hizo presidente de EE.UU. parecía que el Gran Hermano entraba en la Casa Blanca. Así lo pensaron, al menos, quienes convirtieron la obra de Orwell de nuevo en la novela más vendida. Las páginas que siguen también dibujan un panorama muy negro, pero proponen combatirlo.

Este libro se articula en epígrafes cortos, a modo de tabla de ejercicios contra el Gran Hermano. Hagan los que les dé la gana, en el orden que deseen. Si los practican todos, eliminarán grasa y absorberán nutrientes desconocidos. Hasta puede que adquieran tono muscular, sobre todo en ese órgano que está entre las orejas. Y, si lo ejercitan, podrían hacer realidad una utopía positiva, que como el amor y la democracia se sabe siempre inacabada e insuficiente, pero da ganas de más. Así se cierra este libro. Una legión de ultracuerpos —más humanos que digitales, más personas que cyborgs— plantará cara al Gran Hermano y le dejará en los huesos.

2 comentarios en “Aperitivo

  1. Muy interesante todo lo que he leído, nos da justo en los cachos y me ha dado mucha hambre de leer el resto. Felicitaciones por el proyecto.

    1. Muchas gracias por tu atención y por tu ánimo Fernando.
      Te puedes suscribir a nuestro boletín si quieres que te vayamos mandando una vez a la semana un resumen de los contenidos que vamos subiendo a la web (http://dieteticadigital.net/contacto/)
      Aprovechamos para, en el caso de que estés en Madrid, invitarte a venir a la presentación del libro que haremos esta tarde con el escritor Isaac Rosa. Será a las 20.00 en el Espacio Ecooo en Lavapiés. Aquí tienes más información: http://dieteticadigital.net/presentacion-de-dietetica-digital-con-isaac-rosa/
      En cualquier caso, estamos a tu disposición para cualquier propuesta, sugerencia, comentario que se te ocurra.
      Gracias de nuevo y un saludo.

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