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Black Mirror-Caída en picado

Caída en picado (Nosedive) es el último episodio que proponemos de la teleserie Black Mirror (Espejo negro). En esta entrega, el megusteo invade todas las actividades de los ciudadanos. Se premian y castigan, calificando con estrellas lo que hacen, dicen y enseñan. Según las estrellitas, pueden relacionarse con determinadas personas; como en la sección vip de Tinder, que solo deja acceder a guapos y ricos. Las valoraciones también determinan el trabajo, en una caricatura de Linkedin. Y, por supuesto, las redes fijan lo que podemos comprar y contratar. Igual que cuando pedimos un seguro o una hipoteca las aseguradoras y los bancos consultan nuestro perfil financiero (revela nuestra fiabilidad económica). El episodio parodia las aplicaciones más extendidas, pero anticipá otra real, Peeple: peep (espiar) y people (gente). Permitía calificar estrellas. Así, quedar con alguien o escuchar una clase era una actuación pública. Todo quedaba registrado, aireado y sometido a juicio o votación. Las cuentas se actualizan inmediata y constantemente; con la colaboración de miles de millones de pequeños Gran Hermanos.

En Caída en picado una oficinista intenta retomar a una amiga que, como es superpopular, puede darle muchos puntos. Y contrata un asesor para mejorar “su rendimiento en las redes”. El mundo se divide en populares, mediocres y apestados; igual que en un instituto de secundaria. Pero, según como se tome, ser excluido de esa red puede resultar una condena o una liberación. La protagonista lo vive como una cárcel insoportable. La gracia es que el desenlace resulta inimaginable y todo el capítulo rezuma la estética de Apple. Merece la pena digerir varias veces el episodio. Y fijarse, por ejemplo, en si la protagonista dejó pasar la ocasión de fugarse de la Red. O que los espectadores consideren si merecería la pena intentarlo.

El cuarto ciudadano/Snowden

Edward Snowden da para hacer cien películas, pero pueden verse dos. La primera es mucho más recomendable. El cuarto ciudadano es un documental premiado con un Óscar para su directora Laura Poitras: una señora que, a pesar de haber recibido también un Pulitzer, vive exiliada de EE.UU como Snowden. Registró un pedazo de historia que los millenials deberían tatuarse en la retina. Más les vale empezar a mirar las redes con otros ojos. Poitras sigue a un tipo que parece un mindundis. Pero tiene más agallas que los cinco Rambos juntos. La cámara le sigue en su primer escondrijo en Hong Kong. Con estilo de un selfie, muestra cómo Snowden se pelea consigo mismo y con los periodistas a los que entregó los documentos secretos de la NSA. Confiesa miedos e incertidumbres. Y los derrota.

Snowden es el cuarto ciudadano que suple la incompetencia y la cobardía de quienes debieran ejercer de cuarto poder: los supuestos informadores, que cobran como periodistas profesionales. La película Snowden de Oliver Stone deja buen sabor de boca. Conviene tomarlo de postre. Escuchar la voz de Edward y verle “en persona” infunde más valor. Encima, el documental dura menos y entretiene más.