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Los ricos también lloran… menos en España

Las lágrimas de los acaudalados dieron título a una famosa telenovela. Parece que también inspira algunos realities extranjeros: gente rica o famosa representa a los indigentes, en principio, para despertar empatía. Las adaptaciones españolas, sin embargo, no han tenido demasiado éxito. En plena crisis, febrero de 2010, Antena 3 estrenó Invisibles. Era una copia fallida del programa de la BBC Famous, rich & homeless. Los privilegiados se hacían pasar por sintecho y vivían en un albergue o bajo el puente durante diez días.

La pantomima de las clases altas inspirando pena no arraiga en España. Aquí triunfan los reportajes sobre gente común, “de la calle”, en formato de McTele. Callejeros era un programa de “reporteros” que seguían vidas cotidianas “a pie de calle”. Es documentalismo disfrazado de telerrealidad. O al contrario, culebrones que quieren pasar por reportajes. Algunas entregas merecerían el título de Carroñeros. Compraban testimonios de gente machacada a precio, claro está, de ganga: un chute de heroína o una hora de conversación con una prostituta. De la calle, por supuesto.

La versión viajera de Callejeros era Españoles por el Mundo, que tiene réplicas donde el gentilicio puede sustituirse por todos los de las Comunidades Autónomas con canal propio. El programa convierte la emigración en una experiencia turística. La aborda en un reality con tono lúdico y narrativa triunfalista. La McTele no ha abordado el drama o el fracaso, el siempre relativo éxito que supuso el exilio económico (no digamos el político) de generaciones de españoles pasadas y actuales. Habiendo hoy legiones de jóvenes en los que centrar el guion. Solo habría que pensar en una versión, hasta ahora inexistente, del programa sobre la Marea Granate.

La población más desfavorecida no ha tenido espacio en la televisión pública. Entre todos fue un programa de TVE que arrancó en 2013 y no aguantó un año en antena. Se trataba de un telemaratón limosnero que presentaba testimonios de gente necesitada. Recibían donaciones, que el presentador calificaba de solidaridad. Se anunciaba como un “servicio público”, cuando realmente hacía publicidad a las empresas donantes. Sobre sus estándares éticos, basta señalar que la Fiscalía de Menores acusó al programa de vulnerar el derecho a la intimidad de un niño discapacitado.

Uno de los programas de Entre Todos, emitido en TVE.

La McTele, como tantas películas comerciales, ensalza la caridad de los ricos. Casi nunca refleja la solidaridad de clase, la cooperación y la lucha de los oprimidos. Al contrario, les presenta como receptores de la ayuda de las clases pudientes. En el programa de La Sexta, Millonario anónimo, un empresario de éxito abandonaba su confort y la apretada agenda de trabajo. Por unos días se convertía en un voluntario que ayudaba a gente sin recursos. Aunque logró suficiente audiencia, no cuajó.

Los que compran y venden formatos dicen que los españoles quieren ver fantasías idealizadas, no realidades incómodas. Los programadores siempre atribuyen la oferta a los gustos del público. Lo repiten como un mantra. Tenéis la televisión que queréis. A lo mejor no es cierto y conviene preguntar algunas cosas. ¿Quién paga la televisión comercial? ¿Qué emite la pública? ¿Cómo representan los medios las clases sociales? ¿Quiénes aceptan los contratos basura de la McTele?

Los ricos no lloran en la televisión española porque no necesitan hacerse los solidarios. La prensa y los telediarios ya les representan así. Las noticias celebran sus beneficios y ensalzan sus donaciones, como si repartiesen riqueza por todo el país. Y, por otra parte, los famosos no necesitan trabajar en la McTele. En RTVE van a mesa puesta. Bertín Osborne invitaba a cenar a su casa a famosos y políticos para que así pareciesen uno más de nosotros (En la tuya o en la mía). El éxito arrollador de este programa llevó a que Mediaset comprase los derechos y emitiese la segunda temporada en Telecinco con un ligero cambio de título (Mi casa es la tuya).

En otro programa, gentes de la farándula (Imanol Arias y Juan Echanove en Un país para comérselo) se iban de viaje, aprovechando el tirón de Cuéntame cómo pasó. También pagado con nuestros impuestos, para que se diesen a la bebida y montasen cuchipandas con sus correligionarios. Como muestran ambos espacios, tanto da que los ricos sean de derechas o de izquierdas. Según quién gobierne la televisión pública, les pone mesa y mantel. Algunos protagonistas de estos programas habían sido políticos corruptos o evasores fiscales. Luego se ponían las botas con dinero público. Un hecho más que revela la corrupción inherente a la McTele.

Las cadenas privadas emiten realities con pequeños empresarios que pasan apuros. En El Jefe Infiltrado se disfrazan de uno de sus empleados para vigilar su conducta. Castiga a los buenos y premia a los malos. En Pesadilla en la cocina, los propietarios de chiringuitos de medio pelo y establecimientos en crisis se someten a las humillaciones de un renombrado hostelero. Este sádico con delantal justifica insultos y humillaciones, disfrazando su despotismo de crítica profesional. En ambos espacios, las empresas atraviesan problemas y publicitan sus progresos tras pasar por el programa.

La audiencia no dicta la oferta televisiva. La parrilla de programación se explica en gran medida por el modelo de negocio, tanto de la tele comercial como de la pública. La primera no puede cuestionar a los grandes anunciantes. Y cuando RTVE ha abordado la pobreza en formato reality la ha convertido en objeto de limosna ciudadana y promoción empresarial. Y cuando no, llena la panza de gentes vip. O produce McTele que forma a los trabajadores de la hostelería (Master Chef Junior). La marca España es y será: playa, sol y sangría (ahora quizás deconstruida como cóctel fino).

Bertín Osborne en ‘Mi casa es la tuya’ con Antonio Banderas, Alejandro Sanz y José Andrés.

Si la responsabilidad es de la audiencia, ¿hacemos una encuesta preguntándole si vería estos programas? Propongo uno con las (y los) modelos de pasarela más cotizados, para que cuenten sus trastornos de alimentación y episodios de acoso sexual. Ya aburre que siempre los representen adolescentes de instituto. Otro formato mediría la resistencia de los jefes a realizar las jornadas de trabajo de sus empleados: a ver quién aguanta más. ¿Los grandes o los pequeños empresarios? ¿Estos o sus trabajadores?

La lista de espacios que invertirían la escala social puede ser interminable. Entonces la McTele sí merecería el calificativo de popular. Si hiciese concursar a los ministros de economía viviendo como la gente en peligro de exclusión. Si obligase a los accionistas de las empresas de luz y gas a soportar la misma temperatura que las familias con pobreza energética. Si sometiese a sus hijos a la dieta de la población infantil en riesgo de desnutrición… ¿Son propuestas inhumanas? Claro que sí, pero también formatos de la McTele que se emiten. Pero nunca los protagonizan las élites. Y cierto, no hay derecho a vejar a nadie de esa manera.

Apenas vemos programas que cuestionan el modo de vida de la clase alta, las prácticas y los valores con los que se construyen las grandes fortunas. La McTele nunca será su formato, porque su modo de producción reproduce la desigualdad. Los reporteros tienen difícil acceder a los círculos cerrados del poder. Y quienes los forman no necesitan mostrar empatía por sus lacayos y víctimas. También el documental de ficción aborda cuestiones sociales con personajes reales. Pero no oculta que está guionizado y editado. Y la mayoría de las veces cuestiona la realidad social, en lugar de formatearla como un producto de consumo masivo; es decir, políticamente neutro. Es decir, al servicio de quien manda.

Resultaría factible realizar una teleserie al estilo de la película El lobo de Wall Street. Leonardo DiCaprio encarna a un estafador financiero adicto a la cocaína y al sexo de pago. Un antisocial, como los que causaron la crisis. Un auténtico antisistema: sin ninguna empatía ni compasión, siquiera por su mujer e hijo. La serie tendría que ser producida por una pequeña productora y para una plataforma de pago o una televisión pública que ejerciese de tal. Podría inspirarse, además, en dos figuras nacionales. Comparables a los dúos cómicos de arraigada tradición patria y que, como ya vimos en anteriores entregas, han sido ensalzados por la McTele y las redes: Nacho Vidal y el Pequeño Nicolás.

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