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Super Size Me

 Super Size Me es un documental escrito, producido, dirigido y protagonizado por Morgan Spurlock, un cineasta independiente estadounidense en 2004. Ilustra las consecuencias de una monodieta de comida basura. Durante 30 días Morgan se alimenta exclusivamente a base de 'comida' del McDonald's. En este tiempo, engordó más de 11 kilos. Permite a los espectadores observar las graves consecuencias que tiene para la salud, tanto física como psicológica, la ingesta de comida basura, y sirve de crítica a esta industria y sus desorbitadas ganancias a costa de intoxicar a la población.

Echándole un poco de imaginación, ayuda a entender la toxicidad de la McTele y las redes usadas sin límite. Engordan nuestro ego hasta convertirnos en personajes inviables. Es decir, la tecnología digital empleada sin control dificulta o acaba con nuestras vidas. A lo mejor no la vida física, pero sí la social. Y la democracia económica y política. Si la industria de la fama y los datos colonizasen la forma de comunicarnos en sociedad, transformarían el mercado laboral en una subasta de esclavos y la democracia en un espectáculo en manos de quienes pueden comprar el liderazgo político.

Si el documental de Supersize me da nauseas, no menos asco provoca "Viví un día como Trump y casi me mata" una emulación de la dieta alimenticia e informativa del Presidente de EE.UU. Vivir la miseria cotidiana de la celebrity política por excelencia es la mejor crítica al aura de triunfo que se quiere arrogar. "Tomé mucha Coca-Cola light, comí menús de McDonald’s, jugué al golf, estuve al tanto de las noticias, y ¡casi me da algo!". Podéis ver este reportaje de Vice aquí.

Hey Boy, Hey Girl

Hey Boy, Hey Girl es una adaptación de Romeo y Julieta, realizada por Jordi Casanovas y La Joven Compañía. Un reality show televisivo cosecha en su primera edición un gran éxito logrando batir récords de audiencia. Para la segunda, la cadena toma la decisión de dividir a sus participantes en dos grupos. Esto provoca que más que aún nuevo éxito se encaminen a una tragedia.

Actores de entre 18 y 25 años representan, según sus palabras, “el material de William Shakespeare, que nos permite jugar con un referente universal y popular”. Y por juego entienden “pervertirlo, darle la vuelta y reflexionar sobre las relaciones de amistad, amor, fama y poder tal y como las conciben ahora una buena parte de los jóvenes”. Shakespeare interpretado por dos bandas de canis y chonis.